viernes, 14 de octubre de 2011

Lágrimas Rojas Capítulo 4


La mejilla se le puso roja después de la bofetada que Mio le pegó, dejándole la palma marcada en ella.
-          Lo siento, me entretuve con unos amigos.
-          ¡Idiota! – Mio se dio la vuelta y, enfadada, se marcho refunfuñando.
Cuando la tensión se disipó y todos se tranquilizaron Jun recordó lo que Mio le había dicho, que había muerto otro estudiante.
-          Así que ha muerto otro estudiante…
-          Sí, pero está vez hubo un testigo, la televisión ha dicho que una anciana que pasaba por allí vio a un chico apuñalar repetidas veces a otro, pero no pudo identificarlo. Creen que es el mismo autor que lo de la chica del otro día.
-          Ojalá se acabe toda esta mierda pronto.
Los tele informativos estaban repitiendo la noticia una y otra vez. También ofrecían consejos como no caminar solo por la calle y evitar las salidas nocturnas. Jun ya estaba arto de eso, aunque por un lado se sentía contento, si no hubiese ocurrido seguramente no hubiese conocido a Aya, o no estarían en la misma situación.  Después pensó que estaba enfermo, ¿Cómo podía alegrarse de la muerte de alguien?
  Subió a pedirle perdón a Mio, era lo menos que podía hacer. Llamó a su puerta.
-          ¿Si?
-          Soy yo.
-          ¿Qué quieres?
-          ¿Me dejas pasar?
-          No.
-          ¿Por qué?
-          Por qué no quiero
-          Lo siento… siento haberos preocupado.
-          Idiota.
-          Entonces ¿Perdonas al idiota?
-          Bueno, está bien, pero no vuelvas a hacerme esto.
-          Vamos a cenar anda, que ya está la mesa puesta.
Cenaron y se marcharon a sus respectivas habitaciones.  Al poco rato su teléfono sonó, le había llegado un mensaje de Aya: ‘’Buenas noches, te quiero’’. Sonrió y cerró los ojos.

Era una noche fría y oscura, la aguja del reloj ya pasaba de las doce.  La policía patrullaba las calles cercanas a la escena del crimen. Yusei Chousi examinaba con una concentración inhumana el cuerpo sin vida que yacía apuñalado en el suelo. Escudriño cada centímetro del cadáver, pero no encontró ninguna pista que le ayudara a añadir algo al perfil del sospechoso.
Se produjo un apagón, las farolas y los focos dejaron de iluminar toda la manzana. Los policías se pusieron tensos. Yusei escucho como algo caía al suelo y miró en esa dirección. Vio como la sangre brotaba del cuello del cuerpo sin vida de un policía desplomado. A su lado, de pie; con la espalda inclinada hacia delante y los brazos colgando; una figura masculina. Cuando esta se percato de la presencia de Yusei levanto la cabeza para ponerse erguido, el señor Chousi no pudo verlo; pero esbozaba una sonrisa de oreja a oreja. Acercó el cuchillo que empuñaba en su mano derecha a la boca  y retiró la sangre del filo con la lengua. A Yusei se le heló el alma. Desenfundó su pistola y le apuntó:
-          Suelta el arma o disparo.- El atacante pareció hacerle caso omiso. – Hablo enserio.
El asesino cargó contra él. Yusei disparó pero su atacante consiguió apartarse a tiempo. Se puso a su altura y le saltó encima con intención de clavarle el cuchillo. Yusei se zafó por los pelos apartándole el brazo. Agarró a su agresor por la camisa blanca que llevaba puesta, ahora manchada de sangre y presionó su pistola contra el cráneo de su enemigo. El asesino respondió al frio contacto con el acero y, haciéndole un corte superficial en la mano para darse tiempo a escapar. En la huida su camisa se rasgó debido a la fuerza con la que el señor Chousi la agarraba, quedando así un trozo en la mano de este. Desapareció en la oscuridad.
-          Mierda, no pude verle la cara. – Miró el recuerdo que tenía en su mano. – Lo mandaré analizar.

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