Lágrimas Rojas Capítulo 2

Haruka Saeki, la chica que se había cortado en el aula esa misma mañana. Jun se quedó de piedra, inmóvil, conmocionado. ¿Asesinato? ¿Quién era capaz de hacer algo así? Es más, ¿Quién era capaz de hacerlo en la enfermería de un instituto? Apoyó su cabeza en el hombro de Mio, esta todavía lloraba. Él se percató de la ausencia de los padres de Mio.

-         - ¿Dónde están tus padres?

-          -Papá tiene una cena de negocios y mamá está en casa de la vecina, no creo que tarde en volver.

El señor Fuchida era el subdirector de una empresa de electrodomésticos que había hecho bastante dinero en los últimos años. La señora Fuchida era un ama de casa con grandes dotes para la cocina.

  

Cuando la puerta se abrió y la señora Fuchida entro por la puerta, portando sendas bolsas de un supermercado cercano, el ambiente ya se había relajado un poco, al menos nadie lloraba.  Ella ya estaba enterada de todo lo sucedido y prefirió dejar morir el tema que volver a encender el fuego.  La cena aún tardó un rato en estar lista, a Jun le dio tiempo de ducharse y de ponerse ropa cómoda.

La cena fue animada, siempre lo era en aquella casa. Se charlaba sobre el transcurso del día,  sobre el trabajo y sobre otras cosas cotidianas. Pero el buen humor se acabó cuando comenzaron los informativos. Como noticia principal el asesinato de una joven estudiante en su propio instituto. El presentador hablaba sin mostrar más expresión que una estúpida sonrisa forzada que le hacía parecer el mayor farsante de todos.  Los hechos eran brutales: muerte por múltiples cuchilladas por todo el torso, se contaban más de cuarenta puñaladas; no se encontró arma del crimen alguna ni indicios o pistas sobre el asesino. 

  

Habían tenido el ‘’detalle’’ de acompañar la noticia con una foto del escenario del crimen ya vacío. La sangre salpicaba gran parte de las paredes y bañaba terroríficamente el suelo. La sangre. A Jun se le revolvió el estómago, no soportaba la sangre, le tenía pánico. El simple hecho de verla ya era suficiente para erizarle todos los pelos del cuerpo y llevarse las manos a la boca con ganas de regurgitar.  Se levantó de la mesa mareado, sin decir nada, y se marchó a su cuarto. Las dos mujeres lo miraron con cara de preocupación.

  

A la mañana siguiente se levantó extremadamente pronto, aún estaba oscuro fuera. Se quedó un rato pensando en silencio, meditando sobre los acontecimientos del día anterior.  La academia estaría cerrada por una temporada, una semana por lo menos.  Después de darle vueltas a la cabeza un rato, bajó a desayunar. Se cruzó con el señor Fuchida en la cocina, estaba sentado en la mesa con una taza de café en una mano y la prensa en la otra.

-          -Buenos días señor Fuchida 

-         -Parece que hoy nos hemos levantado pronto, y deja de llamarme señor, no voy a pedirte que me llames papa pero no me gusta que me trates de usted, me hace sentirme más viejo de lo que soy.

-          -Señor, usted, su mujer o su hija son unas excelentes personas y les estoy muy agradecido por la oportunidad que me han concedido.

-          -¡Otra vez usted! El placer es el nuestro de tenerte con nosotros, no tienes que preocuparte tanto.

-         - Por cierto, ¿Qué tal la cena de ayer?

-        -  Una pérdida de tiempo, al final no compraron.

      Jun se sirvió una taza de café y se hizo un par de tostadas. Se sentó a la mesa a tomar su desayuno. El señor Fuchida ya salía por la puerta cuando se paró y le dijo a Jun:

-          - Siento mucho que tu primera experiencia en la preparatoria haya sido así, sobre todo después de …

Jun asintió y el señor Fuchida se marchó.

Tras terminar su desayuno, Jun se echó a la calle. Camino sin rumbo durante una media hora, se paró a contemplar en un escaparate una de las lavadoras de la empresa del señor Fuchida. Le hubiera gustado poder decirle a la gente que el diseño era de su padre, pero la realidad era que el señor Fuchida no era su padre, y que su padre estaba muerto. 

 Caminó un rato más hasta que sus pies lo llevaron instintivamente a su instituto. El perímetro estaba precintado con cinta policial. Policías rastreaban el recinto en busca de pistas, al otro lado de la cinta algún curioso observaba el trabajo de los investigadores. Un hombre con gabardina Marrón y sombrero negro, el típico investigador de película americana, pero este era muy joven, de unos 26 años tal vez.

-          -¿Estudias aquí chico? – Jun asintió con la cabeza – Siento mucho lo de tu compañera, ¿Qué puedes decirme de ella? ¿Tenía novio? ¿Quiénes eran sus amigos?

-          -Lo siento, no hace ni veinticuatro horas que nos conocimos así que no puedo contestarle.

-         - Bueno, gracias de todas formas, si te enteras de algo dímelo ¿Vale? – Le extendió a Jun una tarjeta con sus datos.

 El detective se alejó del chico. Jun leyó la tarjeta: “Yusei Chousi, departamento de policía”.

Jun miró a su alrededor, no sabía porque seguía ahí. Se dispuso a marcharse cuando descubrió a una chica bajita, de un metro cincuenta como mucho, llorando en una esquina. Se le acercó, cuando ella lo vio se seco las lágrimas con la manga de su jersey.

-         - ¿Por qué lloras?-

-         -  La chica que ha muerto,  era mi hermana pequeña. – Empezó a llorar de nuevo.

-         - Lo siento mucho. – Jun le paso el brazo por el hombre y ella no lo rechazó. - ¿Quieres que te invite a tomar un chocolate o un café?

La chica se volvió a secar las lágrimas y, después de dudarlo un rato, le dijo que sí.