sábado, 28 de enero de 2012

Blue Mountain: Capítulo 1

La pelota de cuero atravesó limpiamente el aro dejando en el aire un satisfactorio sonido metálico. Daniel Sullivan (Sul para los amigos) la atrapó mientras votaba suavemente.
-          Buen tiro, capullo.  –Dijo mientras le pasaba el balón a Mike Adams, que se colocaba justo fuera de la línea de tres puntos.
-          ¿Cuánto vamos Sul? ¿Doce a seis? –Mike adoptó una posición inclinada y comenzó a votar el balón.  El afroamericano se preparó para defender el saque.
-          ¡Esto aún no ha acabado! ¡Voy a barrer la cancha con tu culo de blanquito!
Mike fintó a Sul hacia la derecha y se marchó por la izquierda, acabando la jugada con una limpia y certera entrada a canasta.  Recogió el balón.
-          ¿Cómo te quedas? ¿Sigues pensando que vas a barrer la cancha con mi culo? –Ambos rieron. Mike caminó hasta el banco en el que estaba tirada de mala manera su sudadera. Rebuscó entre ella hasta encontrar su reloj de pulsera.  –Sul, lo siento, nos vemos mañana.  Tengo que estudiar.
-          Es cierto, hay examen mañana… ¿Has empezado?
-          He hecho exactamente lo mismo que tu.
-          ¿Jugar al baloncesto?
-          ¡Claro!- Los dos rieron de nuevo. – ¿Como lo llevas?
-          ¿Sinceramente?... No tengo ni idea, supongo que hoy tocara pasarse la noche estudiando.
-          Lo mismo digo. Aunque siempre puedo pedirle ayuda a Marta.
-          ¡Ahhh!...  Qué suerte tienes. ¡Ojalá yo tuviera una melliza tan espabilada como tú!
-          Créeme, a veces la odio. –Volvieron a reír.
-          Bueno tío, nos vemos mañana.
Se chocaron la mano. Mike se puso su sudadera, recogió su balón y abandonó la cancha mientras se despedía con la mano de su amigo Sul (que salía de la misma en dirección opuesta). La vieja cancha del barrio había dado todo lo que podía dar. Llevaba años allí. Las canastas aun aguantaban en pié, milagrosamente. Las redes metálicas de los aros estaban oxidadas  y los tableros de madera empezaban a corroerse.  Mike llevaba jugando al baloncesto en esa cancha durante toda su vida, bueno, desde que se había aficionado al baloncesto. En la escuela primaria su vida era el futbol americano, estaba obsesionado. Vivía con un balón de futbol en las manos, y no se le daba nada mal. Un día, después de presenciar un impresionante partido de los Boston Celtics, pasar balones a través del aro se había convertido en su nueva forma de vida; y esto tampoco se le daba mal. 
Caminó un par de minutos hasta llegar a su casa, que no estaba especialmente lejos de la cancha. Entró, la puerta estaba abierta. Su madre leía sentada en la mesa de la cocina. Él se acercó sigilosamente por detrás y le dio un sonoro beso en la mejilla.
-          Hola mama.
-          Hola Mike. ¿Qué tal el día?
-          Oh… bueno… ya sabes, ir al instituto, jugar al baloncesto… el pan de cada día. ¿Tú qué tal?

Susan Adams suspiró:
-          Muy cansada… mucho trabajo.
-          Ya veo… ¿Está Marta en casa?
-          No, está en casa de Cameron. Debe estar al llegar.
-          Esas dos siempre están juntas ¿Son novias o algo así? –Susan rió.
-          Mira que eres tonto… solo son amigas. ¿Tú eres el novio de Daniel?
-          Que yo sepa no… -Mike puso cara de pensativo apoyando la mano en el mentón y le provocó otra carcajada a su madre. -¿Él lo sabrá?
Mike cogió una manzana roja del frutero amarillo de motivos florales de encima de la mesa. Caminó hasta las escaleras que conducían al segundo piso y se paró con un pie puesto en el primer escalón. Le dio un mordisco a su jugosa manzana y el líquido resbaló por dentro de su boca.
-          Voy a estudiar mama, hasta mañana.
-          ¿No vas a cenar nada más, hijo?
-          No, ¡El deber me llama!
Y dicho esto subió trotando las escaleras mientras hacía más pequeña la roja fruta a cada bocado que le pegaba.

A la mañana siguiente, Marta Adams esperaba de brazos cruzados frente a la puerta de su casa, sentada en el capó de su viejo coche. Cada pocos segundos miraba su reloj y suspiraba, furiosa. También se recogía el flequillo hacía atrás, que se ponía juguetón y le tapaba la vista instantes después de haberlo colocado. Esto la volvía aún más irritante. ‘’Siempre me toca a mí esperar por ese idiota. ¿Cuándo tendrá él que esperar por mí? ¡¿Cuándo?!’’ se repetía a sí misma, una y otra vez. El revoltoso flequillo se vino abajo por enésima vez. Gritó harta, por puro instinto, y rebuscó en su mochila hasta dar con una horquilla. Se la puso en el pelo fijando el flequillo.
Dos minutos más tarde Mike Adams salió por la puerta de casa, con la camisa arrugada y medió sándwich del desayuno en la boca. Caminaba lentamente encorvado cual zombi. Lucía unos ojos castaños inyectados en sangre que se posaban sobre unas profundas ojeras negras que, a su vez, decían ‘’Una sola hora de sueño’’.  Paso al lado de su hermana sin percibir apenas su presencia y se sentó al asiento del copiloto acomodando la mochila entre sus piernas. Cerró la puerta y se puso el cinturón de seguridad. Marta se colocó al frente del volante.
-          Buenos días hermanita. –Dijo Mike, sin muchas ganas de hablar.
-          ¡¿Sabes cuánto tiempo llevo esperándote?!
-          No se… ¿mucho? –La pregunta fue casi incomprensible, pues estaba masticando el último trozo del sándwich.
-          ¡Pues sí, mucho!... En fin, tenemos que ir a recoger a Cameron.
-          ¿Sabes?... admito que me da algo de vergüenza que mi hermana me lleve junto a su mejor amiga todos los días a clase.
-          Pues aprende a conducir y nos llevas tu a nosotras.
-          Yo ya se conducir…
-          Vamos Mike, por poco atropellas a una pobre e indefensa ancianita durante el test práctico.
-          El semáforo estaba en verde…
-          Ahora resulta que además de idiota eres daltónico.
-          Anda, conduce.
Marta introdujo la llave en el contacto y encendió el motor del vehículo.
John McCourt se paró delante de la puerta de su casa, jadeante. Quedaba una media hora para el comienzo de la primera hora y aún tenía que ducharse, desayunar y preparar su bolsa de deporte; probablemente esa mañana también llegaría tarde. Entró corriendo y subió rápidamente al cuarto de baño. Tiró al suelo su sudadera blanca, empapada de sudor, junto con el resto de su ropa y se metió en la ducha. Salía a correr todas las mañanas pues para él estar en forma era muy importante. No era un chico muy corpulento y no llegaba al metro ochenta, pero era el Quarterback del primer equipo de futbol del instituto Blue Mountain. Cuando se hubo vestido y con la bolsa ya preparada salió de casa saltándose el desayuno.
Mike salió suspirando del examen que acababa de hacer. Sabía que aprobaría, pero no con buena nota. Marta caminaba detrás de él acompañada de Cameron.
-          ¿Qué tal el examen, Mike?
-          Bueno, podría haber estado mejor pero no voy a suspender.
-          Eso te pasa por jugar al baloncesto cuando deberías estar estudiando, hermanito.
-          Ya, bueno. Pues tú…
Mike no termino lo que iba a decir. Cameron, que había permanecido en silencio durante toda la conversación, avisó a sus dos compañeros. Unos cuantos chicos, todos con la chaqueta del equipo de futbol del Blue Mountain, tenían acorralada a una chica contra las taquillas. Sara (una joven más bien bajita y delgadita, de largo cabellos negros) solía tener ese tipo de problemas. Su forma de vestir y sus gustos no se parecían a los de los demás. La gente las tenía, a ella  y a sus  amigas, por brujas góticas, aunque eso se apartaba extensamente de la realidad. Mike, Marta y Cameron pasaron al lado del corro que se había formado alrededor de Sara y los miraron con odio en los ojos, pero en ningún momento intervinieron. Se alejaron un poco antes de comenzar a hablar de nuevo, y fue Mike el primero en abrir la boca:
-          Pobre Sara… me da mucha pena.
-          Y a mí. –Dijo Cameron. –Se meten con ella por su forma de vestir. Sinceramente, yo no creo que sea gótica. Nunca la he visto actuar como tal. No lleva pendientes, pulseras con pinchos, cadenas; no se pinta los labios o las uñas de negro… Solamente viste de negro. Me parece algo de lo más normal del mundo. Lo que pasa es que el pensamiento retrograda de los chicos del instituto no les deja ver más allá del futbol o las faldas de las animadoras.
-          Tienes toda la razón Cam. El año pasado me tocó sentarme con ella un par de veces en clase de biología y me pareció una chica muy simpática.
-          ¿Ah sí? Yo pensé que estabais haciendo conjuros y pociones mágicas con la pobre rana destripada. –A Mike le encantaba meterse con su hermana.
-          Eres increíble Mike…
-          ¿Qué? Estaba de broma.

John reunió al equipo en el campo justo después de la última clase de la mañana. El entrenador le había dicho que tendrían una pequeña charla antes de comer. Los jugadores comenzaron a congregarse en el centro del campo. Unos se pasaban el balón  entre ellos otros, simplemente, charlaban. El entrenador camino solemnemente hacia el grupo de jugadores. Su presencia acalló los murmullos y detuvo los pases. Los chicos formaron un círculo y el entrenador coronó el centro. Miró a su equipo. Recorrió los rostros de cada jugador escudriñando hasta el más mínimo detalle. Repasó su detallada lista mental para averiguar que tal había jugado cada uno el último año. Todos le eran conocidos, pues había guiado al equipo durante la temporada pasada y hasta el viernes, que empezaban las pruebas para entrar al equipo, no se verían caras nuevas por aquel campo de fútbol. Se ajustó su gorra azul con las iniciales ‘’BM’’ cuidadosamente bordadas. Carraspeó la garganta para aclararse la voz y se dirigió al equipo, que esperaba expectante:
-          Bueno chicos, me alegro de veros aquí hoy. ¡Pero puede que sea la única vez que me alegre de veros! La temporada pasada apenas ganamos tres partidos ¡tres nada más! ¡Ningún otro equipo hizo una temporada peor que nosotros!... – Hubo un incomodo minuto de silencio.- Dejando a un lado lo malos que sois, el viernes que viene empiezan las pruebas de entrada al equipo. Os aviso de antemano, si no os ponéis las pilas más de uno se irá fuera ¿Entendido? Otra cosa, quiero que les deis caña a los novatos, no se vallan a creer que esto es como jugar a las casitas y aquí se juega al futbol, no a las muñecas. Ahora, sacad vuestros culos de mi campo e iros a comer.
Los muchachos empezaron a salir del campo, con la moral baja después de la charla que el entrenador les había dado. Uno por uno, pasaron al lado del entrenador agachando la cabeza, avergonzados por recordar su nefasto juego. Cuando John pasó a su lado, el entrenador lo agarró por uno de sus hombros.
-          John, muchacho, espera un momento
-          ¿Sí? Entrenador.
-          Eres el único jugador decente que tengo entre tanto patán. Quiero que vuelvas a guiar al equipo, como quarterback.
-          Claro, entrenador. Cuente conmigo.
-          Pero que no se te suba a la cabeza. Aún tienes mucho que mejorar para ser bueno. Adiós muchacho.
John se despidió con la mano y abandono el campo con el humor reconfortado.

El comedor ardía en un autentico bullicio. Estaba dividido en dos plantas. La primera, donde también se servía la comida, solía ser ocupada por los últimos en llegar. La segunda planta estaba mucho mas resguardada de la vista de cualquier autoridad que vigilase el comedor y solía llenarse enseguida. Los del equipo de futbol y las animadoras siempre tenían una mesa reservada, claro que no oficialmente, pero nadie se atrevía a ocupar ni tan siquiera una esquina de esas mesas por miedo a las consecuencias.
  Cuando Marta atravesó la puerta del comedor apenas había estudiantes dentro. Seguida por Mike y Cameron, cogió una bandeja y espero a que le sirvieran una especie de pudding de algo que, ni ella misma con sus horas y horas de lectura, podría describir.
-          Bueno que, chicas ¿Nos sentamos arriba?
-          ¿Arriba?¿Cerca de esos abusones del equipo de fútbol? – A Cameron no le hacía mucha gracia la idea.
-          Tranquila, nos sentaremos tan alejados de ellos como nos sea posible.
-          Vamos, Cam. No nos van a hacer nada.
Cameron se dejó convencer por las súplicas de sus dos amigos. Mike le dio su bandeja a Marta.
-          Id subiendo. Yo voy a esperar a Sul, que debe estar al llegar. No empecéis sin nosotros.
Dicho esto, las chicas comenzaron a subir las escaleras hacia el segundo piso. Mike se apoyó contra la pared y se cruzo de brazos. Pasó una rápida mirada por todo el comedor. Apenas había alumnos sentados en las mesas. Aquella mañana habían llegado muy temprano, y eso era algo realmente extraño. Normalmente se entretenían hablando con uno o con otro por el pasillo. Ni Mike ni Marta ni Cameron eran lo que se dice populares pero caían bien a todo el mundo, o a casi todo. Las puertas del comedor se abrieron de par en par. Uno a uno, los chicos del equipo de fútbol fueron entrando al interior. El resto de estudiantes se apartaba a su paso, temerosos. Cuando pasaron al lado de Mike alguno le lanzó una mirada arrogante. Cogieron sus bandejas y se pusieron a la cabeza de la cola, robándoles el turno a varios estudiantes. Pero claro, nadie tenía el valor para replicar ni protestar. Pocos minutos después Sul llegó. Ya con la comida de Sul, los dos chicos se fueron a la planta de arriba y se sentaron con Marta y Cameron. Mike, aún con el tenedor en la boca, abrió la conversación:
-          Bueno Sul ¿Qué tal las clases?
-          Fatal tío, ¿Te puedes creer que hoy tenía un examen importante y ni siquiera lo sabía?- Marta y Cam se echaron a reír. Sul jugueteaba con el tenedor enterrado entre el pudding. -¿Cómo puedes comerte esta bazofia?
El sonido metálico de una de las bandejas estrellándose contra el suelo los arrancó brutalmente de su alegre conversación. En  una de las esquinas de la segunda planta, uno de los chicos del equipo de fútbol estaba de pie al lado de la mesa de Sara, que lo miraba con auténticos ojos de odio. Desde la mesa del resto de componentes del equipo de futbol, que no hacían más que disparar molestas carcajadas y disfrutar de la cruel escena, alguien grito.
-          Cuidado Tom ¿No sabes que las brujas pueden hechizarte solo con mirarte a los ojos? – Este comentario vino coreado por otra ráfaga de carcajadas.
Marta apretó los puños. Ella se lo esperaba todo de cualquiera de los jugadores, de cualquiera menos de Tom. Tom Becker había sido uno de los mejores amigos de Mike tiempo atrás, antes de entrar en el equipo de fútbol americano. Marta y el habían estado muy unidos, pero ahora era un completo desconocido para ella. El Tom que ella conocía nunca se hubiese reído de algo como aquello, y mucho menos lo hubiese llevado a cabo. Tom miro a Sara, sonriendo, mientras señalaba a la  bandeja y a la comida desparramada por el suelo. Los amigos de Sara estaban como petrificados, helados de terror.
-          ¿Qué? ¿No vas a comértelo?
El chico se agacho y recogió la bandeja. Con la ayuda de una cuchara, devolvió un poco del pudding a la bandeja y se la acerco a Sara. De los ojos de Sara podía atisbarse como pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos. Aquello fue demasiado para Marta. Se levantó y recorrió en pocos segundos la distancia que salvaba entre ella y Tom. Le dio a este unos golpecitos en el hombro y el chico giró la cabeza. Marta abrió la palma de la mano y abofeteó a Tom. El impacto resonó por toda la segunda planta, perdiéndose entre el jaleo de la primera. En la mesa de Mike todos se habían levantado. Ahora reinaba el silencio. El rubio se dio la vuelta mientras se llevaba la mano a su mejilla, que palpitaba enrojecida, realmente sorprendido. Sara estalló en llanto. Marta la miró para después volver a clavar la vista en Tom, furiosa:
-          Tom, ¿Qué demonios estas haciendo?
-          Eso Tom ¿Qué demonios estas haciendo? –Con tono burlón, John terminaba de subir las escaleras. El equipo echó a reír de nuevo.
-          Nada, John. Solo nos estamos divirtiendo un poco.
John miró a Marta:
-          Lo ves chica, solo se están divirtiendo. No están haciendo nada malo.
Marta les dedicó, tanto a John como a Tom, una mirada mortal y, ayudada por una de las amigas de Sara, se la llevó del alcance de nuevas burlas.
Mike se relajó cuando Marta ya estaba en la primera planta y volvió a sentarse.
-          Creo que deberíamos ir con Marta. – Cameron estaba realmente preocupada.
-          Tienes razón. ¿Nos vamos Sul?
-          Claro, tío.
Los tres abandonaron el comedor.
Unas horas más tarde, Mike volvía a anotar otro tiro exterior. Llevaba como una hora jugando con la única compañía de su reproductor MP3. Recogió el balón y volvió a fuera de la zona de triple. Colocó el tiro y saltó. Deslizo el balón entre la palma de su mano derecha y lo soltó en dirección a la canasta, esta vez erró el tiro. Lo que escuchaba a través de sus auriculares no le dejo escuchar al coche que se detenía junto a la cancha. Del vehículo se bajaron John y otros dos jugadores. Entraron en la cancha y Mike se dio cuenta de su presencia. Se miraron unos instantes. John fue el primero en hablar:
-          Pásame el balón, por favor. – John recibió un paso y realizó un tiro grotesco. El balón rebotó  violentamente contra el tablero. John se encogió de hombros.- Nunca se me ha dado bien este deporte. Pero no he venido aquí a jugar contigo. He venido a hablar.
-          ¿Y para hablar te traes a tus dos perras?- dijo Mike, señalando a los dos chicos.
-          Tu solo dile a tu hermana que no vuelva a meterse en el medio. Puede que no te guste lo que le pase después…
-          ¿Me esas amenazando? Capullo.
-          ¿Cómo me has llamado?- John avanzó unos pasos, encarándose a Mike.
-          Capullo.
-          ¿Cómo me has llamado?- John empujo con las dos manos en el pecho a Mike.
-          Capullo.
-          ¡¿Cómo me has llamado?!- John volvió a empujar a Mike, ahora más fuerte.
-          ¡Capullo!.- Mike cerró con fuerza el puño y lo estampó contra la cara de John, que retrocedió por el golpe.
John se recompuso y cargó contra Mike, propinándole una patada en el estómago. Mike agarró a John por ambas piernas y lo derribó. Se tiró encima de él y comenzó a dispararle puñetazos sin que pudiera evitarlos. Los dos chicos, que habían permanecido inmóviles hasta ese momento, apartaron a Mike de John y lo tiraron al suelo. Entre los tres lo golpearon hasta dejarle el labio roto y un ojo hinchado. John escupió al suelo, justo al lado de Mike.
-          Te he avisado. Esto no es nada…
Rápidamente, los tres chicos abandonaron la cancha, se subieron en su coche y se marcharon.

2 comentarios:

  1. Me gusta esta nueva historia , lastima que acabastes con la de Lagrimas Rojas TT__TT pero ya esta asi XD. NOs vemos!

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  2. Que chula!! Esta historia tiene buenísima pinta! Y la de lágrimas rojas me pareció espectacular de chula! Pásate por mi blog y me dices que te parece ok? Besos:)
    ladecimasecta.blogspot.com

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